Zain, un puerto pesquero rodeado de montañas que toman su nombre, es una región fría donde conviven diferentes personajes sin relación aparente. En Sonidos de Zain podrás sumergirte en las vidas de los habitantes de esta tierra, siguiendo a los personajes que más te apasionen. Crea con nosotras tu propia novela.

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lunes, 4 de octubre de 2010

Abstraída

Miau permanecía sentada en el extremo del viejo muelle. Podía pasar horas enteras allí, inmóvil, observando el movimiento del mar y la blanca espuma de las olas. Respirar profundamente ese aire de olor a sal sosegaba su alma y le hacía pensar que era capaz de todo. A pesar del movimiento constante de las olas, la calma de aquél lugar lo hacía el sitio idóneo para ordenar sus pensamientos. Aunque más que pensar con coherencia, razonando, lo que más le gustaba hacer era soñar despierta, reflexionar, divagar,  inventar historias trágicas de final feliz. Le gustaban los finales felices. Le dejaban buen sabor de boca.
Había quien decía que Miau era una chica extravagante, que la curiosidad y perspicacia de sus ojos negro azabache no era normal. Es posible, tampoco ella era una chica normal, ni había tenido una infancia normal. Nunca conoció a su padre, aunque todo el pueblo decía que ella era su viva imagen. A Miau le gustaba mirarse en el espejo e imaginar que su padre le devolvía la mirada desde el reflejo, sonriendo. Le hacía sentirse un poco más llena por dentro.
Su madre padecía amnesia global y estaba interna en un centro psiquiátrico de la ciudad. Miau nunca supo que pensar respecto a este tema, los médicos dijeron que podría haber sido inducida por el consumo de ciertas drogas, cosa que Miau no quería ni pensar, por no traicionar los inocentes recuerdos que aún conservaba de su madre. Aún así, todavía había días en los que cogía el autobús hasta la ciudad para hacerle breves visitas, pero el dolor que le producía ver a su madre en aquel estado se le hacía insoportable, por lo que éstas eran poco frecuentes.
Por todo esto Miau vivía desde hacía muchos años con Edna, una anciana de ese pequeño pueblo pesquero que no tenía hijos y se encontraba muy sola. Así ellas dos convivían tranquilamente, haciéndose mutua compañía y calentándose juntas al calor del fuego durante el invierno.
Miau se sentía en deuda con la gente de Zain, por cómo la habían acogido todos cuando de niña ingresaron a su madre y se quedó sola, por cómo habían evitado que los servicios sociales la llevaran a un orfanato en la ciudad. Por cómo se habían brindado siempre a ayudarla. Ella intentaba demostrarles su agradecimiento a diario, haciendo pequeños favores, encargos, dando consejos, escuchando sus problemas o simplemente, haciendo compañía. Para ella no suponía ningún esfuerzo hacer todas estas cosas, ya que le encantaba la gente, el ser humano en general. Le resultaba curioso. Su manera de actuar, siempre motivado por los sentimientos y las emociones, siempre tan imprevisible... Si, le encantaba conocer a otras personas, hablar con ellas y conocer su forma de pensar. Disfrutaba compartiendo su tiempo, escuchando razonamientos ajenos, se aprendía tanto de ellos...
Los más ancianos del pueblo le habían puesto el que ahora era su nombre, "Miau", ya que su verdadero nombre, el que le puso su madre al nacer, era Tamara. El cambio era debido a su parecido con el felino, por  ese brillo agudo en los ojos y por las siete vidas que se dice que tienen, ya que Miau había resistido a los duros golpes que la vida le había dado sin perder su alegría y su fuerza de espíritu. 
Y allí estaba, abstraída en sus pensamientos y absorbiendo la fuerza del mar. Así era ella.

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