Zain, un puerto pesquero rodeado de montañas que toman su nombre, es una región fría donde conviven diferentes personajes sin relación aparente. En Sonidos de Zain podrás sumergirte en las vidas de los habitantes de esta tierra, siguiendo a los personajes que más te apasionen. Crea con nosotras tu propia novela.

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domingo, 3 de octubre de 2010

Llegada

Alex tenía que pasar otro verano en ese pobre y nada animado pueblo pesquero, qué poco le gustaba aquel sitio... Zain... hasta el nombre le resultaba repulsivo, un feo, pobre monosílabo que representaba fielmente el espíritu del pueblo: poco y pobre.
"Dichoso pueblo" maldijo en un susurro mientras cargaba su maleta en el coche.
-Ya verás cómo ha cambiado el pueblo, no lo vas a reconocer- intentó animarlo su padre.
-¿Ha dejado de llamarse Zain?- preguntó Alex, sarcástico
-No- respondió sorprendido el padre ante la pregunta
-Si sigue llamándose con ese triste nombre todo seguirá igual de triste que antes- respondió enfadado
-No, ya verás... Ha crecido mucho, habrá gente nueva y es posible que vengan chicos de tu edad- suspiró pacientemente su padre.
-Genial...- masculló irónico Alex mientras entraba en el coche.
No volvió a hablar en todo el trayecto. Se limitó a ver pasar los campos a través de la ventanilla con la nostalgia del que viaja porque no tiene más remedio, resignándose, dejando sus sueños en la estación.
Tras varias horas de breves siestas, cuando su cuello se empezaba a quejar de la posición incómoda adoptada durante el viaje, llegaron a su destino: una pequeña casa a las afueras de Zain que había pertenecido a su abuelo y antes de él al abuelo de su abuelo y al abuelo del abuelo de su abuelo, y así durante decenas de generaciones.
La casa en sí no tenía ningún valor, exceptuando el sentimental, ya que era pequeña y estaba demasiado lejos de todo; de la ciudad, de la carretera, del mar... Tenía muy malas comunicaciones y por ello nunca había sido reconstruida ni reformada, manteniéndose en pie por algún misterio de la naturaleza. Era una casa que se mantenía de espaldas a la modernidad, y Alex era un chico moderno, por eso la odiaba tanto.
-Qué habitación más enana- protesto Alex mientras colocaba su maleta sobre la cama
-Anda, anda, no seas tan pesimista- le reprendió su madre apareciendo por la puerta
Alex suspiró como única respuesta y se dejó caer en un viejo sofá, levantando una nube de polvo a su alrededor.
-Creo que vas a tener que limpiar a fondo y lavar las fundas si pretendes utilizar el sofá- le dijo su madre desapareciendo por el pasillo.
Alex resopló resignado como única respuesta. Cogió el móvil, sin apenas cobertura, aunque  poco importaba, ya que seguramente no tendría ni llamadas ni mensajes, nunca tenía. Realmente no sabía por qué tenía móvil, ya que su única verdadera función era mostrar la hora, y quizá, muy de cuando en cuando, algún aviso de sus padres.
El golpeteo de una piedra contra la ventana le sacó de su ensimismamiento. Se acercó cuidadosamente al cristal, sin saber muy bien qué pensar. Una chica sonriente le saludaba desde la calle.
-¿Quién eres? ¿Qué quieres?- preguntó Alex algo nervioso
-Soy Naira, aunque poca gente me llama así... Sólo quiero conocerte, porque no eres de aquí, verdad?-contestó la chica
- Éste es mi pueblo...- respondió Alex receloso
-Bueno, seguro que todavía hay lugares por aquí que no conoces, baja y te los enseño- sonrió la chica
Alex se quedo mirándola sorprendido- Pero... ¿cómo has llegado hasta aquí? ¿Por qué quieres conocerme?-.
Naira sonrió de nuevo - Anda, deja de hacer preguntas y ven, ya te irás enterando... por ahora vamos a conocer el resto del pueblo, porque esto está algo apartado, no crees?-
-Y que lo digas- suspiró Alex.
-Venga, pues decidido, bájate y te presento al resto- sonrió decidida la chica.
Alex no salía de su asombro, pero casi sin darse cuenta se descubrió bajando las escaleras a toda velocidad, mascullando alguna despedida a sus boquiabiertos padres. Mientras salía por la puerta sólo pudo oír un "pásatelo bien y vuelve pronto!" de su madre, tras lo cual el portazo lo sumió todo en silencio.
Se quedó mirando a la chica que tenía en frente, de pelo oscuro, labios finos, nariz respingona y pómulos marcados. Le pareció una muchacha curiosa, valiente y despreocupada. Vio sinceridad en sus ojos grises, vio alegría en la posición en la que su cuerpo le miraba, pero sobretodo vio su verano un poco menos aburrido, un poco más interesante.
"Al fin y al cabo, algo de bueno tenía que tener MI pueblo" pensó Alex distraídamente, hablando de Zain con ese sentido de propiedad con el que solo hablan los que se sienten orgullosos.
-Vamos- dijo Naira haciendo un gesto con la cabeza.

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